domingo, 3 de mayo de 2009

El ser y su reflejo

P: ¿por qué no la puedes olvidar?- le preguntó la mujer a Alejandro mientras miraba como se vestía.

A: Simplemente no puedo. – respondió seco y cortante.

P: Pero, ¿por qué?, no le encuentro una razón lógica a tu tortura.

A: No todo se rige bajo la lógica, además eso es algo que no creo tu entiendas mucho.

P ¿Lógica?

A: Sí, y no solo eso.

P: ¿Hay algo más?

A: Amor.

P: ¿Amor?- replico sarcásticamente.

A: Sí. No reacciones como si no supieras lo que es. La amo más de lo que un alma puede aguantar y la memoria retener.

P: el tiempo te ha vuelto cursi.

A: (Alejandro ríe entre dientes, su acusación le parece indebida y desubicada) Realmente nunca lo has sentido.

P: yo he sentido muchas cosas, otro tema es que yo no permita que me afecten.

A: tienes miedo.

P: y tu eres un suicida emocional. Mirate! Respiras porque es una actividad mecánica y porque tu razón te impulsa a sobrevivir. No eres más que un ente, un ser sin presente, con un futuro vano y un pasado que no te deja vivir. Ay Alejandro, ¿cuándo vas a volver a la vida? Avísame y haré una fiesta, me pondré ese vestido que me regalaste y el perfume de la primera noche, colocaré flores en mi ventana y sentirás como el sol vuelve a salir; no siempre tiene que llover mi amor.-le decía mientras se acercaba a el por la espalda y lo abrazaba.

A: Tal vez algún día lo entiendas, quizás algún día también te desvelarás por alguien, por esperarlo por algo más que una cita. Y perderás la razón, la lógica se volverá innecesaria cuando la fuente de la vida se reproduce en una sola mirada, en el tacto de sus manos y…, que mas da tu no lo sabes.

P: de repente no lo conozca, y es porque no me interesa. Me gusta mi libertad. En la soledad me conozco y me escucho como nadie lo ha hecho nunca, me cuido como nadie se atrevió.

A: tu libertad es la máscara de tu resentimiento, el escudo de tu dolor; estas herida y no lo quieres aceptar.

P:mmm, puede ser, o puede ser que no sea así. Pero al menos intento continuar, no me entierro en los sueños del pasado ni pierdo mi tiempo esperando a aquel que nunca vendrá. Su hora ya pasó Alejandro, hoy solo queda seguir.

A: ¿cómo caminas si no tienes dirección?, ¿acaso has visto a un barco navegar sin brújula?, si el camino lo llevo yo solo es posible que solamente conozca la mitad y me desvíe, no tendré otra perspectiva, seré pobre al no recibir nada y rotundamente avaro al no compartir.

P: ves! Siempre pensando en su conveniencia, solo esperas recibir algo a cambio. ¿Acaso yo no te lo doy ya?

A: eres incapaz, en ti no lo encontraría asi te hiciera una cirugía, o te confesaras ante mi como ante un sacerdote. No importa cuantas veces te recorra o cuanto te conozca, este es un vacío que no podrás llenar.

P: y vuelves con la misma mariconada, a ver, sr. Transparencia, defensor del amor y esa ternura aberrante, donde se queda escondido cuando nos quitamos la máscara y se muestra por entero, donde queda la agresividad que me ha dejado postrada durante la mañana y esperándolo con impaciencia en la noche. No eres más que pantomima para esa niña bonita. Encima, eres mal agradecido. – se voltea y no lo mira, se cruza de brazos, está en una esquina de la cama, desnuda y con el cabello suelto, mira por la ventana y solo se logra escuchar uno de sus suspiros.

Alejandro se queda observándola, espera ver alguna reacción, pero ella nunca llora, no se inmuta, solo se queda quieta. Sonríe y se acerca a la mujer, le besa el cuello y se despide, ya será hasta otra oportunidad, le dice en el oído, mientras le coloca el dinero en la liga de las medias. Ella está quieta, pero decide volverse y cuando Alejandro está próximo a cruzar el umbral de la habitación, grita su nombre y siente temor de preguntar.

P: ¿Cómo dijiste que se llamaba ella?

A: Catalina

P: ¿Qué le ocurrió?

A: se fue una mañana, solo me dijo “es tarde ya no te amo” y desapareció.

P: ¿No la buscaste?

A: todos los días, pensé encontrarla entre el lino de las sábanas, pero no era ella. Entonces he pensado que ha muerto, que es parte del viento y de la calidez de la mañana.

La mujer solo lo miraba y no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas, su boca temblaba y no tenía fuerza para hablar. Tras un amargo trago recobró la voz.

P: ¿estás seguro que murió?

A: más que nada, sus ojos me lo dicen cada noche. Se suicidó. Su espíritu ya no pertenece al cuerpo que lo conservaba.

P: ¿qué pasó con el cuerpo?

A: Lo observó, le estoy hablando, cada noche me hace preguntas y yo le doy respuestas, es que somos confidentes y eternos extraños.

P: ¿la sigues amando?

A: claro que te amo Catalina, por eso siempre regreso, por eso no te olvido, por eso te deseo y sigo intentando encontrar la pieza que le falta a tu alma, esa parte que la une y te forma, que te hizo mía y producía esa luz en tus ojos, que hoy yacen de par en par, ya no necesitas morir, pero no eres inmortal, es que ya estas muerta mi amor. Adiós Cata.

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