sábado, 31 de octubre de 2009

Síntomas

No entiendo como aguanto, como contengo la distancia
si cada día te alejas y me dejas
entre la bruma y la nostalgia
de la noche que vacía queda, de mis manos que no descansan.

Solo dame un minuto, una bocanada de tu aliento
de tu presencia, de tu ausencia, de la que no me arrepiento
de traspasar los muros de piel, de tatuar tu nombre en mis costillas
de arrojar mi miedo a la deriva, de dejar desnuda mi alma herida.

No pases la puerta, no reconozcas la salida
corre el riesgo de quedarte, ayudando a tejer una vida
que cada noche como el velo de Penélope se desteje
y en las mañanas su destino queda a la deriva.

Qué hago, o qué dejo de hacer
para evitar que el fruto vuelva a crecer
he de cortar las raíces, de ocultar las hojas secas
de perderme entre tus sombras, de pasar por una espía.

Se cansan los ojos de ver tus errores
que posas de flor en flor tus vacilaciones
de eso que buscas y celosa guardo
eso que no ves porque hacia mí no has volteado.

Que mis manos te guíen como velas de prosesión
que mi mirada sea la brújula hacia tu morada
entre los árboles, a los pies de los montes
dónde una estrella espera tu llegada.

domingo, 4 de octubre de 2009

Tarde o temprano

Lucía se acercó para abrazarlo y no pudo evitar sentir un olor que despertó su memoria evocativa, cerró los ojos y se transportó a otra presencia, a una ausente y presa de otras emociones. Sintió miedo, pero a la vez quería que ese espejismo aromático fuera real, que él estuviera ahí, para aprisionar su aire, para deshojar sus sueños.
Entonces volvió a abrir los ojos, estaba en este mundo -eso la asustó aun más-, habían pasado solo unos segundos después de ese imaginario; su corazón se relajó, pero respirar era pesado, los minutos traían alas de cemento y soltó a Felipe. Lucía solo recordaba lo ocurrido hace horas, que ya parecían días. Se sentó y acompañó sus suspiros con una sonrisa.
Ella no era la misma, se podía notar. Felipe la miraba, quería saber. Lucía se apoyó en su hombro, Felipe sin mirarla sacó un papel y lapíz de su bolsillo, escribió un mensaje y se lo entregó. Lucía lo lee en silencio, se siente sorprendida, solo tiene dos opciones callar o contar.
Lo volvió a leer en silencio:

"¿Qué ocurrió ayer?"

Ella volteó la cabeza, lo miró soltó una sonrisa.