miércoles, 17 de febrero de 2010

Envi- Diosa

Hacia el cielo miro desde el suelo de algodón
y con mayor fuerza se fermentan los deseos
oprimiendo el pecho con pinzas de ansiedad,
cortando el aire entre el juego de mis uñas.

Envidio la nieve, porque puede tocar tus manos;
envidio a los cigarros, porque pueden estar entre tus labios;
envidio al frio, porque te abraza sin avisar;
envidio a la noche, porque comparte tus sueños.

Envidiosa no malintencionada
que extraña más que nada,
aquello que solo los ojos
leen y barren los enojos.

Por un pedazo de ventana

¿Para qué cederle la guía a la razón,
si nunca ofreció una buena solución,
cuando su efecto era pasajero
y arrastraba la ceniza de mil incendios?

Hoy que el olvido es el dulce aperitivo
de un volver a caminar con sentido
sin importar el rumbo solo la compañía,
a la cual debo mi preocupación y sonrisas.

Mayor es mi dolor por tus heridas
y solo pienso en levantarme antes tus caidas,
recogiendo tus penas y guardándolas bajo cama,
sembrando nuestros sueños en mi almohada.

Y rezo a Dios para volver a encontrarte
pacto con ángeles para no traicionarte.
Con esta alianza tácita de quien espera,
actuando como si alguien mis actos y omisiones viera.