
El camino fue difícil. Llegar al corazón de Ángela tomó tiempo, aunque todo empezó como un juego. Entre bromas y rumores encontramos algo más. Nunca me fijaría en alguien como tú-, me dijo una vez riéndose. Cuánto me costó escuchar su risa- ahora lo recuerdo-. Esa niña de piel pálida; ojos verdes y tristes; y cabello rojizo se había apoderado de mi pensamiento y mis acciones. Me empezó a gustar el teatro y el café sin azúcar. Hasta el invierno parecía cálido, si ella era parte de él.
Nada quebraba el silencio. Los dos minutos que nos quedamos callados parecían las más largas horas. Los sonidos externos suplían las palabras; los grillos complementaban el ambiente nocturno junto con la lechuza, que aguardaba sigilosa en las ramas de los robles del parque colindante. Las luces tenues del local, acompañadas del olor a café, creaban un aura relajante, que te invitaba a quedarte por horas sentado y recorriendo los ríncones más alejados de la mente.
Nuestros corazones latían unísonos y decían lo que las palabras eran incapaces.
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