
Cierro los ojos, dan un giro y contemplo la película de mi pensamiento,
y derepente tu apareces y nunca antes lo habías hecho.
Me consterno, pero continuo este viaje, te veo y sonrío
sin motivo aparente y con miedo.
Algo en mi empieza a nacer, brota como una flor,
que lucha por no ahogarse en el lodo;
mi mente lucha contra la niebla, que me rodea y me enfría.
Es una calidez austera, leve y temporal,
tan fácil como llega se va sin reparo.
El eterno círculo vuelve a cerrarse para abrirse otra vez;
el miedo regresa y los sueños solo eso son,
su materialización es lejana
y rinden tributo a la impaciencia;
la condena del tiempo sobre mi mente y mis sentimientos.
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